La presencia de las Dificultades Especificas del Aprendizaje son muy comunes de observar en la práctica pediátrica. Una de cada diez personas son portadoras de las mismas. En el caso de los niños que las padecen concurren a los consultorios junto a sus padres con diferentes sintomatologías a las que si uno no está atento, pueden llevarnos a cometer graves errores de diagnóstico, haciéndonos pasar por alto las verdaderas causas que las generan. En la consulta, vemos a familias que concurren preocupados por las alteraciones orgánicas que presentan sus niños como lo son entre otras la presencia de cefaleas, dolores abdominales recurrentes, diarreas e incluso vómitos que ocurren con mayor frecuencia durante los días domingos por la noche. Pero la máxima preocupación está centrada en los cambios de conducta que observan en ellos, como la falta de apetito, el constante malhumor, las presencia de rabietas a toda hora, la ansiedad, el opsicionismo desafiante, o el desgano para realizar cualquier tarea o actividad que esté relacionada con lo escolar , afectando también lo extraescolar. Estas situaciones terminan conduciendo al niño al aislamiento .En muchas ocasiones observamos también la presencia de estados depresivos debido a la constante frustración que viven en el día a día dentro de las instituciones educativas. Lo llamativo de todo esto es que la presencia de estos cuadros habitualmente coinciden con el comienzo de las clases o con épocas de mayor exigencia académica como lo son los períodos de las evaluaciones y se observa su desaparición en los períodos de receso escolar, por ejemplo durante las vacaciones. Sin dudas el equilibrio emocional dentro del seno familiar se altera frente a este cuadro de situación al ver a sus niños pasarla mal, mas aún cuando las instituciones educativas los citan para expresarles la preocupación que le generan algunos y determinados comportamientos de los alumnos en cuestión.

Las escuelas generalmente les trasladan a los padres su preocupación por el niño, basándose en que dichas conductas interfieren con el propio proceso de aprendizaje, aunque también directa o indirectamente les hacen notar la interferencia que las mismas generan en el proceso de aprendizaje de sus pares. Y ahí nos quedamos, el problema planteado pero sin solución, más que alguna sugerencia soslayada por parte de la mayor parte de las instituciones de realizar en caso de persistir el problema, alguna consulta de tipo psicológica para tratar de contener la situación. Y aquí es donde justamente comienza el derrotero de todas estas familias, que se repite comúnmente dentro de la historia de la mayoría de todos estos niños. ¿Qué nos tendríamos que preguntar antes de que recaiga en el niño y su familia toda la responsabilidad de su comportamiento? La respuesta, a mi entender, frente a esta situación de desasosiego, debería surgir más que por el hecho de ir buscando siempre un “porque”, preguntarnos alguna vez, el “para que” un niño busca tener un determinado comportamiento, en ocasiones disruptivo dentro de un aula y en el que muchas veces también termina repercutiendo dentro del propio seno del hogar. ¿Qué busca un niño que se “porta mal”?, ¿Qué finalidad persigue el niño al mostrarse “desinteresado” frente a las tareas escolares, cuando es interpretado por la mayoría como una “falta de actitud” total frente al estudio? Si nos hiciéramos estas preguntas encontraríamos más de una respuesta y en ocasiones la solución a muchas de nuestras preocupaciones. Para mí la respuesta correcta la encontraremos si entendemos que este tipo de conductas son las que conducen al niño a poder escaparse de una situación que para el mismo denota simplemente peligro. Los niños con D.E.A., salvo raras excepciones, no saben donde están parados, no saben si tienen una enfermedad, si son tontos, trastornados, bichos raros dentro de un sistema que no los comprende o si tienen una dificultad que nunca podrán superar. Tenemos que ser conscientes que esto es en la mayoría de los casos debido a nuestro inadecuado accionar, como padres, como docentes, como pares o como terapeutas. Nunca somos totalmente claros con ellos ya sea por tratar de minimizar el problema, por tratar de ignorarlo, o simplemente por desconocerlo, que es lo más común a mi entender en estos casos. Muchos terapeutas pasan por alto el diagnóstico o lo malinterpretan. Otros recomiendan no nombrarlo. Otros consideran que es un tema madurativo y que sólo con actitud y esfuerzo es totalmente superable. Algunos lo desestiman y otros no creen que existan. Las familias en muchas ocasiones en primera instancia refuerzan la actitud de las instituciones escolares en un intento de mantener la coherencia frente al niño. Y en las instituciones el 90% de los docentes no saben qué hacer. Resultado, nos encontramos con un niño totalmente desorientado, donde su esfuerzo no es valorado de la manera que el lo considera, en un mundo en donde las exigencias y el éxito pasan exclusivamente por lo cognitivo y por los resultados académicos. Un mundo en donde las instituciones educativas no se adaptan y trabajan en pos de la homogeneización . Un mundo en donde las mismas relatan que hay que intervenir activamente frente a las diferencias, pero que en la práctica y en la mayoría de los casos este tipo de alumnos terminan siendo un peso duro de soportar. Salvo raras excepciones es lo que la mayoría de estas personas y sus familias notan y sienten. Mientras tanto el niño sigue enfrentando día a día, hora tras hora un medio que no lo comprende y que le impide comprenderse a sí mismo. Frente a las exigencias diarias escolares y muchas veces también familiares es lógico que se termine agotando. La desazón y el desánimo es lo que va inundando su vida. El niño siente que no puede llegar nunca a alcanzar las expectativas de los otros, ni de sus padres, ni de sus docentes, aunque lo intente. Quedando fuera del sistema sin poder lograr un lugar de pertenencia. Y eso es lo que en definitiva lo enferma, y lo lleva a bajar sus brazos. El estrés crónico al que deben enfrentarse diariamente generan sustancias tóxicas que terminan dañando su cerebro, cerebro que en la teoría sólo era diferente y nadie lo pudo ni supo comprender. Esto sin dejar de lado que muchos de ellos son objeto de constantes burlas que empeoran aún más su situación personal y social.

¿Como se podría tener con este panorama una buena actitud frente al estudio? ¿Cómo frente a este panorama no presentaría uno anodinia ( incapacidad para poder disfrutar de las cosas).
¿Cómo no tendría uno ganas de quedarse en la cama (clinofilia); si al fin y al cabo es el único lugar seguro donde alojarse, en espera que algo cambie?
Cómo frente a un panorama como este los niños no van a tener un medio apto para enfermarse. Obviamente que existen casos de niños con DEA de grado leve, que cuentan con un buen medio socioeconómico y con un CI alto, con familias que acompañan que no llegan nunca a tocar fondo. Pero en algún momento y en mayor o en menor medida todos ellos han pasado por alguna de estas situaciones anteriormente descriptas, y en silencio. Las D.E.A. no son una pavada. Hay que atenderlas con responsabilidad y sobre todo con conocimiento. Hay que saber qué hacer ,tomando conciencia de que son muy pocos los que han sido formados para ello. Que una mala atención puede tener consecuencias físicas, psíquicas y sociales las que muchas veces acompañan a estas personas de por vida . Si no lo vemos así, la única salida para el niño seguirá siendo sin duda, la enfermedad. Ahí sí va a sentirse atendido de la manera que el siempre consideró que debía haberlo sido. Pero no todo debe terminar así. Nosotros ,y en especial el sistema educativo tenemos esa maravillosa capacidad de impedir transformar una condición en una enfermedad. Simplemente respetando esa incapacidad que tienen estas personas para leer y escribir en forma precisa, fluida y automatizada, basado en la imposibilidad para poder realizar un reconocimiento adecuado de las palabras y de los sonidos que a las mismas conforman. Si esta condición se detectara desde la más temprana edad, especialmente centrándonos en los antecedentes familiares de dificultades escolares, en las frecuentes limitaciones en el habla, en el vocabulario, en la velocidad para denominar figuras, imágenes u objetos conocidos, en seguir un rima o alguna secuencia, todo sería diferente. Frente a una intervención adecuada, y comprendiendo la dificultad, se evitaría el rechazo por parte del niño para realizar las tareas que impliquen enfrentarse a la palabra escrita debido a que nuestra exigencia en busca exclusivamente de resultados disminuiría. Si estamos atentos y preparados podríamos sospechar a tiempo el estar frente a un riesgo de tener en un futuro dificultades en la lectura y/o la escritura y actuaríamos en consecuencia mucho antes de que llegue el tan odiado fracaso. Como esta dificultad se debe, y esta es la hipótesis mayormente aceptada, a un defecto en la migración neuronal, y gracias a nuestra capacidad de poder modificar funcional y estructuralmente nuestro cerebro con una buena intervención, el panorama a futuro y su pronóstico mejorarían totalmente. El cerebro tiene la capacidad de adaptarse sin mayores problemas a la palabra escrita siempre y cuando existan de por medio especialistas idóneos en el tema que trabajen eficazmente y en forma precoz. Nuestra plasticidad cerebral es maravillosa y lo que está marcado genéticamente no es sinónimo de que no pueda ser modificado. La intervención idónea en forma precoz especialmente haciendo hincapié en los sonidos que componen las palabras hará que el futuro de estos niños sea promisorio. Podrán leer a sus tiempos, pero lo lograrán hacer y sin dudas es bueno que así sea. El 2% de esta población con ese tipo de intervenciones tendrá una recuperación total. Pero el resto, con las diferencias de por medio que existan, podrán llevar una vida normal, seguir la carrera que deseen, y ser felices, siempre y cuando se haga el mismo hincapié tanto en lo cognitivo como en el evitar el daño emocional al que están expuestos .De no ser así el fracaso de la persona en su conjunto estará asegurado. Por todo lo desarrollado se ha llegado a la conclusión que el mero acercamiento a esta condición desde el aspecto exclusivamente académico no alcanza. Nuestro estudio deberá considerar las consecuencias negativas que ejercen las D.E.A. en el plano emocional, psicológico, físico, espiritual y social de estos niños. Todo esto es lo que deberemos hacer si queremos realmente ayudarlos a aprender a convivir con su dificultad y para que logren por si solos mostrarnos todo de lo que son capaces si se les brindan las condiciones y las herramientas necesarias para poder sortear su dificultad y así lograr desarrollarse adecuadamente.

Gustavo Abichacra
Médico Pediatra M.N. 69177